En primer lugar, quiero manifestar que la iniciativa que estamos considerando es muy similar a otros proyectos presentados por otros señores diputados, como los contenidos en los expedientes 4.249-D.-99, de la señora diputada Drisaldi, y el 2.771-D.-98, de los señores diputados Maurette y Allende. Por eso solicito que figuren también como antecedentes del que hoy estamos considerando.

Dada la trascendencia del tema debo realizar una aclaración, porque la palabra «jubileo» puede llamar a confusión con respecto a su verdadera significación. «Jubileo» viene de júbilo y por eso puede llegar a pensarse que su significado es similar a una despreocupación o a un «borrón y cuenta nueva». Pero no se trata solamente de un problema semántico, ya que también forma parte de la manera de pensar de esta sociedad de fin de siglo donde todo parece ser veloz y contingente, sin que haya lugar para las reflexiones profundas.

Tenemos una tradición bíblica que viene de nuestro tronco judeo-cristiano y que nos plantea tres cosas en el año del jubileo: la emancipación de los esclavos, el perdón de las deudas y el reposo de la tierra.

Sobre estos tres ejes se ha conceptualizado el tema del jubileo. ¿Qué significa todo esto en la sociedad en que vivimos? ¿Acaso significará la emancipación de los esclavos y la posibilidad de mejoramiento socioeconómico de millones de personas de esta humanidad? ¿Significará el reposo de la tierra, para que haya respeto por la ecología? Además, como ha dicho el señor diputado Bravo, ¿qué significa esto del perdón de las deudas? Seguramente ha de significar restablecer las condiciones de las relaciones regidas por la justicia conmutativa para tratar de equilibrarlas.

Esta es la convocatoria que en particular hace la Iglesia Católica a todos los credos y a todos los hombres, fundamentalmente aquéllos que pensamos que la fe y la razón son dos alas que tenemos para elevarnos espiritualmente a fin de encontrar la verdad.

Son muy importantes las palabras del Papa Juan Pablo II en la Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente. Por eso quiero citar una parte que me parece fundamental, cuando el Papa nos dice que la humanidad se echará encima no un siglo sino un milenio, y que es necesario animarnos para, desde una actitud de arrepentimiento, reconocer errores y establecer responsabilidades.

Allí el Santo Pader hace una descripción muy clara de los errores cometidos en este milenio, señalando lo que significó el daño a la unidad del pueblo y la aquiescencia manifestada hacia métodos de intolerancia y de violencia. También plantea la cuestión fundamental de los crímenes contra la humanidad, al decir: «¿Cómo no sentir dolor por la falta de discernimiento, que a veces llega a ser aprobación, de no pocos cristianos frente a la violación de fundamentales derechos humanos por parte de regímenes totalitarios?»

Sin duda alguna, la cuestión del jubileo está generando un gran debate en el mundo. El Papa se ha puesto al frente de esta cuestión repensando el actual orden económico mundial. Muchos creemos que la fuerza que se tuvo para derribar el muro de Berlín -un muro en contra de la libertad- seguramente servirá para derribar otro muro invencible -el de la injusticia y la exclusión- que, si bien tiene una estructura que no se ve, es visible en sus efectos.

Por eso, como decía el señor diputado por la Capital, se ha convocado al mundo a la consideración de los siguientes tres temas: dignidad humana, libertad religiosa y deuda externa de los países en desarrollo.

A pesar de que la Iglesia no es experta en economía -aunque seguramente conoce del tema-, sí es experta en humanidad; a los problemas humanos hay que buscarles soluciones humanas. La deuda externa es un desafío no sólo económico sino también ético y político, a menos que seamos personeros de la mercadolatría, que impide pensar en la solución de los problemas.

No quiero entrar en el debate de la deuda externa ni en cómo confluyen distintos fenómenos en el crecimiento de nuestro país; pero básicamente creo que todos pensamos que la condonación de la deuda no es una solución, sino que ésta reside en apuntar a la justicia en el tratamiento de los productos argentinos en lo que se refiere a los subsidios agrícolas.

Todo ello tiende a delimitar nuestras responsabilidades, porque nadie puede sentirse ausente de estos últimos cincuenta años de la historia argentina. Estamos llamados a este ejercicio de reflexión y a un examen de conciencia, para tratar de dimanar políticas públicas tendientes a una mayor justicia y una mayor equidad. Este es el sentido del Jubileo.