Tenemos una enorme confianza en la economía social: es la forma en que los pueblos han ido dando respuesta a un sistema económico que no da respuesta”
Mario Cafiero es hoy parte del Territorio-Vida
Nació en el año 1956 en un tiempo de mucha convulsión política en Argentina. Dado que el golpe de estado de 1955 había encarcelado a dirigentes peronistas, entre ellos a su padre, Antonio Cafiero, a quien recién pudo conocer luego que de ser liberado. Esa experiencia de vida marcó una línea política respecto a las cárceles, las personas en situación de encierro así como también los liberados; y fue su madre Ana Goitía, quien lo inició en esa vocación.
Se casó con Amalia Zille en 1977, muy jóvenes ámbos, tuvieron 7 hijos, quienes a su vez le regalaron 7 nietos. La más pequeña, Carmela, nació una semana antes de su partida. Sus hijos lo recuerdan como un padre contenedor, consejero, y además traen a la memoria presente su capacidad lúdica, con una gran creatividad. También disfrutaba estar y acompañar a lxs compañerxs, con una humildad y un humor que lo caracterizaban como una persona única.
Estudió Ingeniería Industrial en la UBA y se graduó en 1983. Allí pulió su afán por crear satisfactores que resolvieran necesidades de modo pragmático, a favor de las mayorías y consensuando ideas a través del diálogo incluso con aquellos que pensaban muy distinto.
A lo largo de su vida Mario Cafiero encarnó un principio fundamental, “el todo es superior a las partes”. Y fue siempre su modo de concebir la política.
Entonces, fue a partir de la experiencia de la hiperinflación, entre 1987 y 1991, que siendo Secretario General de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires avanzó en lograr acuerdos provinciales para resolver el hambre de la gente, y de esa manera empezó a plasmar en propia vida: la unidad supera al conflicto para lograr el bien común.
Tenaz con su trabajo, creativo y audaz, fue el presidente del Ente de Administración y Explotación de la Zona Franca La Plata, en pleno proceso de privatización de los bienes del Estado logró sostener los puestos de trabajo en medio de las pujas por la precarización laboral.
Mario era una persona sensible, con gran capacidad de trabajo, escucha y empatía. Desde allí construía propuestas que contuvieran a todos. Cuando llegaba el año 2000 se reunió con el Papa Juan Pablo II quien planteaba el jubileo de los políticos, se sumó a la iniciativa congregando a todas las delegaciones latinoamericanas para pedir la condonación de la Deuda Externa que ya había empezado a desmarañar en su estafa al Estado por parte de los privados.
Mario nunca fue beligerante, más bien era de amalgamar las diferencias. Pero nunca abandonó sus convicciones, por eso, entre otras razones, durante su primer mandato como diputado nacional entre 1997 y 2001, inició la causa contra el Megacanje y el Blindaje impulsado por la hegemonía del Neoliberalismo encarnado en Domingo Cavallo.
Fundó un partido político de orden nacional, Proyecto Sur, junto con Fernando «Pino» Solanas.
Ya más cerca en el tiempo, asumió en diciembre de 2019, a ofrecimiento del Presidente Alberto Fernández, la presidencia del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), que pasó en ese año a depender del Ministerio de Desarrollo Productivo; y que significó en su vida, en el buen sentido como una revancha o regalo que le dio la vida para lograr poner la economía social en el centro y que se convirtiera en una verdadera opción de vida. Allí logró abrir el organismo a las cooperativas y mutuales, sacarlo a las calle, a pesar de estar transitando
la pandemia, y empezar un camino de reconocimiento de la economía popular, social, solidaria, comunitaria e indígena como un sujeto del bienestar nacional.
Este breve recorrido sobre la vida y pensamiento estratégico de Mario, reflejado en acciones siempre coherentes no hacen más que inspirar a todas las generaciones interesadas en el pensamiento nacional y latinoamericano.
¡Mario Cafiero, tu espíritu es inmortal!
El mundo
«Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende».
Eduardo Galeano